Thursday, May 20, 2010

Conductas agresivas en el aula
Dina Mimun Mohamed
INTRODUCCIÓN

Se considera que las condiciones que contribuyen al desarrollo de un trastorno de la conducta son multifactoriales, lo que significa que muchos factores contribuyen a la causa. Los exámenes neuropsicológicos demuestran que los niños y adolescentes que sufren trastornos de la conducta parecen tener afectado el lóbulo frontal del cerebro, lo cual interfiere con su capacidad para planificar, evitar los riesgos y aprender de sus experiencias negativas. Se considera que el temperamento de los niños tiene unas bases genéticas. Los niños y adolescentes de "carácter difícil" tienen mayor probabilidad de desarrollar trastornos del comportamiento. Los niños o adolescentes que provienen de hogares carenciados, disfuncionales o desorganizados tienen mayor probabilidad de desarrollar trastornos de la conducta. Se comprobó que los problemas sociales y el rechazo por parte de sus compañeros contribuyen a la delincuencia. Existe también una relación entre el bajo nivel socioeconómico y los trastornos de la conducta. Los niños y adolescentes que manifiestan comportamientos delictivos y agresivos tienen perfiles cognitivos y psicológicos característicos en comparación con niños que tienen otros problemas mentales y con los pertenecientes a grupos de control.
Características de problemas en la conducta
1. Uno de los problemas en la conducta lo es la conducta agresiva.Algunas características del comportamiento agresivo son:
1) Accesos de cólera.
2) Actos de desobediencia ante la autoridad y las normas del hogar.
3) Amenazas verbales.
4) Daños a cosas materiales.
5) Deterioros en la actividad social y académica por episodios de rabias.
6) Discusiones con los hermanos, con los padres y otros integrantes de la familia.
7) Gritos.
8) Molestar a otros integrantes de la familia.
9) Mostrarse iracundo o resentido.
10) Pleitos.
11) Altamente impulsivos.
12) Relativamente refractarios a los efectos de la experiencia para modificar su conducta problema.
13) Carencia de habilidad para demorar la gratificación.14) Baja tolerancia a las frustraciones.
Definición de problemas de conducta
Esta denominación es utilizada en relación a niños con comportamientos no habituales o maneras de comportamientos no esperadas por los adultos. Aquí cabe destacar esta distinción, porque el comportamiento de un sujeto puede ser leído desde diferentes ópticas. Así un niño podrá comportarse bien o mal dependiendo desde donde se evalúe. Puede afirmarse que los niños suelen decir mucho más de lo que aparentemente dicen con sus aptitudes, además las maneras de comportarse suelen depender de las compañías y de los ámbitos donde se desarrollan.
Entre los casos más habituales que tratan los profesional figuran el trastorno de hiperactividad y el negativismo desafiante, una conducta de desafío continuo y de provocación a la figura de autoridad, tanto en casa como en la escuela.
La conducta disocial, que consiste en no respetar los derechos básicos de los demás, el absentismo escolar -sobre todo en la ESO- y la agresión entre iguales o acoso escolar son otros de los problemas más habituales atendidos por los orientadores.
A estos casos, hay que añadir otros de menor trascendencia que resuelven los departamentos de orientación de los propios centros.
En cuanto a los niveles educativos, los casos graves de trastornos de conducta detectados se produjeron al 50% en Primaria y Secundaria. Sin embargo, en lo concerniente al género de los alumnos con este tipo de problemas, destaca que el 87% está conformado por varones. Entre los trastornos de conducta detectados en los alumnos de la comunidad el acoso escolar se encuadra como uno de los más preocupantes, si bien no es ni de lejos el más numeroso. De hecho, del total de 302 solicitudes de intervención realizadas por los centros a los equipos de orientación específicos de Educación, tan sólo 11 hicieron referencia a este conflicto.
Sin embargo, los orientadores admiten que el acoso escolar es un problema que cada año cobra importancia en las aulas gallegas, algo que preocupa por las consecuencias que puede tener sobre la víctima.
El trabajo de los orientadores específicos se completa con la recogida de información de los servicios sociales y de salud mental para dar una respuesta global al problema estableciendo cambios tanto en el ámbito escolar como en el familiar.
Núcleo familiar y social
Pienso que el entorno social del afectado padecerá las consecuencias de tener una persona cercana amargada, desmotivada, sin expectativas ni ganas de trabajar, y que padecerá posiblemente algún tipo de trastorno psiquiátrico, con o sin adicción a drogas. Es posible que estos individuos lleguen a ser muy susceptibles e hipersensibles a la crítica, con actitudes de desconfianza y con conductas de aislamiento, evitación, retraimiento o, por otra parte, de agresividad u hostilidad y con otras manifestaciones de inadaptación social.
Son comunes los sentimientos de ira y rencor, y deseos de venganza contra el/los agresor/es. Además, el acoso moral genera una enorme pérdida de autoestima. Asimismo, la ansiedad que este tipo de conflictos produce, en ocasiones intenta ser paliada por parte del afectado con la ingesta de alcohol o alguna sustancia estupefaciente, cuando no nos veamos con un trastorno psiquiátrico de difícil solución a medio plazo.
Además, los efectos sobre la sociedad se suelen resumir en los costes, principalmente económicos, de las prestaciones por enfermedad pues la mayor parte de las víctimas de bullying suelen ser diagnosticadas de trastornos relacionados con el estrés o la depresión
Lykken (2000) propuso un modelo para explicar la conducta antisocial basado en las dificultades de temperamento y el proceso de socialización. Los rasgos temperamentales que consideró básicos fueron la ausencia de miedo, la búsqueda de sensaciones y la impulsividad. Las diferencias individuales en estos rasgos interactuarían con los factores del contexto que contribuyen a la socialización. Las personalidades antisociales puntuarían más alto en ausencia de miedo, búsqueda de sensaciones e impulsividad. El presente estudio evalúa a 186 reclusos y 354 adolescentes. No se observan diferencias significativas entre reclusos y adolescentes en búsqueda de sensaciones y ausencia de miedo, pero los adolescentes puntúan más alto en impulsividad. Estos resultados contradicen la propuesta de Lykken. Sin embargo, este resultado adverso puede ser re-interpretado desde una perspectiva alternativa.
La gran cantidad de factores que interactúan para dar lugar a las conductas problemáticas hace especialmente relevante la detección temprana de la conducta antisocial y agresiva al inicio de la adolescencia. Conociendo el grado de conductas desviadas presente en los adolescentes de entre 11 y 13 años podremos hacernos una idea sobre la realidad de esta problemática entre nuestros escolares y, a su vez, utilizar esta información para diseñar intervenciones preventivas que los protejan de los múltiples factores de riesgo y promuevan en ellos el desarrollo de conductas prosociales y saludables.
Los trastornos de conducta antisocial en la infancia y adolescencia, son, sin duda, uno de los problemas más importantes y de mayor preocupación para los profesionales que están en contacto con niños y adolescentes, especialmente para los del ámbito educativo. Nuestro trabajo, en el marco de una investigación más amplia sobre Trastornos de Conducta y Personalidad, tiene como objetivo detectar en un grupo escolar de 240 sujetos, las conductas antisociales, así como las variables de riesgo implicadas en las mismas, con el fin de diseñar un programa de prevención aplicable en las aulas. Los resultados obtenidos, en una fase preliminar, indican que de los sujetos evaluados un 5.83 % presentan conductas antisociales, lo cual se ajusta a resultados obtenidos en otras investigaciones.
Un tema siempre de actualidad, pero agravado en los últimos tiempos que podríamos denominar de "crisis" educativa y de valores, propia de la sociedad que estamos construyendo y en donde se hace perceptible, con toda su fuerza, es la "decadencia" de la función "nombre del padre".
El consumo de tabaco, alcohol y drogas ilegales es un denominador común a todos los grupos de adolescentes que presentan riesgo de desarrollar trastornos de conducta. Así lo prueba un estudio de la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria de Cantabria que ha sido hecho público hoy, por primera vez, en el marco del curso 'Pediatría para educadores'. Este foro, celebrado dentro de los XVIII Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria en Laredo, ha sido clausurado por el director general de Ordenación Sanitaria del Gobierno de Cantabria, Jesús Artal, ante los 55 alumnos.
El pediatra Horacio Paniagua, uno de los autores del citado estudio, explicó que los trastornos del aprendizaje y de la alimentación, la inadaptación familiar, la depresión y las conductas violentas son las cinco entidades que han analizado mediante encuestas a unos 2.000 escolares adolescentes de la región, tanto en el medio urbano como en el rural, en la enseñanza pública y en la concertada. La investigación ha permitido conocer los signos de alarma de cada uno de estos trastornos a los que los padres y los educadores deben estar atentos para atajar lo más precozmente posible estos problemas de forma que no dejen secuelas. "El diagnóstico precoz es lo más importante en este tipo de trastornos, para impedir que lleguen a la edad adulta", afirma Horacio Paniagua.
De los cinco tipos de trastornos analizados, el que presenta un mayor porcentaje de riesgo es la depresión. Un 10,2% de los adolescentes encuestados ofrecen signos de alarma: estado de ánimo deprimido o irritable e incapacidad para disfrutar de las cosas (anhedonia), que suele ser más frecuente en las chicas y entre los 14 y los 16 años (esta edad es la de mayor riesgo para todos los trastornos de conducta estudiados). Horacio Paniagua advierte especialmente sobre los síntomas que pueden encubrir una depresión en el adolescente, porque el suicidio es la segunda causa de muerte en esta edad tras los accidentes. El 8,4% de los encuestados admiten que protagonizan con cierta frecuencia peleas y agresiones entre ellos y en el entorno familiar. Aunque la violencia en las aulas no ha alcanzado en España "las cifras epidémicas de países como Estados Unidos", señala Paniagua, "cada vez son más frecuentes las agresiones a profesores". El riesgo de conductas violentas, más propias del sexo masculino, aparece asociado a un mayor consumo de drogas legales e ilegales, como todos los trastornos de los adolescentes, pero no se relacionan con el medio ni con el tipo de centro donde estudian.
El riesgo de desarrollar trastornos del aprendizaje, que vienen precedidos por los novillos constantes o un progreso escolar crónicamente bajo y que también es más frecuente en varones, se presenta en un 4,2 por ciento de los adolescentes cántabros, mientras que el peligro de anorexia -y otros trastornos de la alimentación como la obsesión por la comida sana, que ya ofrece cifras preocupantes en Estados Unidos- aparece en un 4,3 por ciento de la población adolescente. La persistencia en las dietas y una mala imagen corporal son los signos de alarma en este caso.
Con los datos de este estudio puede trazarse un perfil del adolescente con riesgo de alteraciones de la conducta que, al margen de la variable de sexo, tiene entre 14 y 16 años, es consumidor de drogas legales y/o ilegales (práctica que suele ser también frecuente en su entorno familiar), presenta más antecedentes de embriaguez, y entre sus actividades de ocio no suele incluir el deporte o la lectura. Los pediatras participantes en este curso para educadores coinciden en señalar que los problemas de los adolescentes se han adelantado dos o tres años con respecto a generaciones anteriores, algo que en parte podría explicarse por "un mayor y más temprano poder adquisitivo y una menor capacidad de autocrítica y de reflexión".
La escuela y sus problemas de conducta
“Que los psicoanalistas no tengan que vérselas más que con casos referidos a los desordenes profundos de la vida simbólica,que se originan antes de los cuatro años y no con las dificultades de conductas de reacción sanas ante la vida escolar,efectivamente patógenas en la actualidad.” Estas palabras de Françoise Dolto forman parte del prefacio a un libro de otra psicoanalista francesa, Maud Manonni, que como ella trabajó incansablemente con niños y adolescentes no sólo en el espacio específico de la clínica psicoanalítica sino en el espacio cotidiano de las instituciones en las que las personas de estas edades pasan gran parte de las horas de sus vidas.
Ese deseo así expresado se inscribe en la fuerte crítica a las instituciones en general - y entre ellas la escuela siempre fue un blanco relevante- que esta corriente de los años sesenta-setenta planteaba cuando apuntaba al estallido de las instituciones, su carácter alienante y patógeno al servicio de un determinado orden social injusto y propiciaba, entre otras cosas, la necesidad de escuchar a los niños y adolescentes y otorgarles la palabra; expresiones que en la actualidad no han perdido vigencia mientras que sí han aumentado y se ha agravado la complejidad de las situaciones y de los problemas allí planteados.
Si bien en treinta y tantos años son muchos los matices, diferencias, experiencias y análisis por señalar, la distinción que realiza no ha perdido actualidad y se convierte en una guía muy “práctica” tanto a la hora de analizar la problemática que nos ocupa en general, como este o aquel problema “de conducta” en particular.
La idea de las dificultades de conductas de reacción sanas ante la vida escolar, convengamos que no resulta fácil de asimilar en el ámbito escolar, cualquier educador apenas podría resistir la tentación de invitar a la reconocida psicoanalista –si eso pudiera ser posible- y a cualquiera de los “especialistas” - que siempre se imaginan como muy cómodos a la hora de sus reflexiones y sus análisis - a estar al menos quince interminables minutos en alguna de las aulas, de alguna de las escuelas del recorrido diario, cuando estas dificultades se presentan.
Quien haya estado al frente de una clase puede saber de qué se trata ese desafío y el costo y malestar que conlleva cuando no se encuentran las estrategias para seguir intentando guiar ese proceso de aprendizaje y escolarización.
Pero esta entrada para pensar lo que denominamos problemas “de conducta” ubica las coordenadas iniciales para analizar el tema y replantear nuestras acciones. Y el camino elegido es pensar inicialmente “los problemas de conducta” como síntoma: de la Escuela.
Aunque la perspectiva de la crisis de la educación y de la escuela se haya diferenciado desde los primeros análisis estructurales del que el fragmento seleccionado es tributario, nos conduce a interrogantes aún fecundos. Es decir, que dice la Escuela de lo que padece, que tiene que ver con los problemas de conducta de los alumnos, que la desgastan, la hacen sufrir y la espantan – estamos tratando de darle el color y el tono que estos conflictos suelen tener para los propios actores institucionales -.
Las preguntas pueden continuar respecto de como aborda las nuevas configuraciones de la cultura de la que forma parte activa, como se piensa a sí misma en la tarea que desarrolla, como da cuenta de los profundos cambios de roles, funciones y expectativas que se vienen observando en niños, adolescentes y adultos; como se articulan las personas que viven las instituciones a los conflictos y síntomas que hacen allí hacen aparición.
A menos que pensemos que las conductas y comportamientos son absolutamente “individuales” y no se configuran en los contextos e interacciones que los conforman, los intensifican o atenúan será este un recorrido necesario para poder incluir a los padecimientos afectivos y sociales que portan y sostienen los niños y adolescentes que pueblan sus aulas y fijar el campo de las posibilidades y de los límites, cada vez.
Las investigaciones, la experiencia y la observación cotidiana nos sigue indicando que más allá de las condiciones en que se desarrolla la tarea educativa – y estamos hablando hoy en muchos casos de situaciones objetivas de emergencia social- gran parte de las posibilidades de desarrollar la tarea pedagógica están vinculadas con la conducción y el grado de cohesión y las propias posibilidades de los docentes y directivos de trabajar sobre sus propios “problemas de conducta”, es decir una cuestión de definición y coherencia de una política y algunas modalidades para ir resolviendo los problemas del trabajo cotidiano de un modo democrático y suficientemente subjetivizado.
Es que los problemas de conducta de los alumnos, más o menos referidos al contexto escolar, más o menos conformados como síntomas, siempre entramados en las vicisitudes de la comunidad, emplazan a la escuela a mantener los ojos bien abiertos, las orejas atentas, a propiciar la palabra y señalar la existencia de la ley, en el devenir de la casi obligada infidelidad que los jóvenes le deben a los educadores y a sus padres.
Las vías, difíciles sin duda, de establecer otras formas de convivencia en las escuelas, con inserciones, roles y nuevas formas de regulación de la vida escolar son auspiciosas según nuestro criterio - transformar funcionamientos institucionales casi centenarios no es tarea de pocos días- y en estos nuevos espacios inventar alternativas a las formas instituidas y burocratizadas del quehacer pedagógico.
Los conflictos de la vida escolar, las problemáticas de los grupos de adolescentes - por ejemplo -, el ruido como resistencia al aprendizaje, las tensiones intragrupo, las situaciones de discriminación y de violencia, aún los actos más singularizados que infringen las normas de convivencia social en la escuela merecen un abordaje institucional como enfoque y colectivo en su procesamiento y búsqueda de respuestas.
Algo borrosas tal vez y todavía desenfocadas, otra educación y otra escuela se sobreimprimen en las imágenes de las escuelas de hoy; necesariamente irán siendo distintas, renovarán sus esperanzas y sin dudas sus problemas; permitámonos formular y poner en marcha esos deseos.
La investigación abierta por el Defensor del Pueblo pone sobre la mesa un dato: En la provincia de Málaga, los equipos de Orientación Educativa han diagnosticado que en las aulas hay 130 menores con trastornos de conducta, 94 de ellos en Primaria, lo que indica que el problema se manifiesta ya a edades muy tempranas.
Son todos los que están, pero no están todos los que son: «A veces, determinados rasgos de conducta son síntomas de enfermedad mental. En otros casos, el comportamiento antisocial del menor, o no se encuentra perfectamente diagnosticado, o no es asumido por la familia como problema, o se encuadra en las conductas de rebeldía e inconformismo propias de la adolescencia»
Además, el tratamiento de los casos es diferente según el ámbito desde el que se aborde, y así, el sistema educativo, en ocasiones, trata el problema como si se enfrentara a un niño maleducado al que no se le han impuesto límites, por lo que la única estrategia que aplique es la sanción disciplinaria: «Es el drama de algunos menores que son proscritos en su entorno educativo y social; tachados de violentos, conflictivos y antisociales por sus compañeros y docentes. Reiteradamente expulsados de los centro y abocados al mundo de las drogas y las bandas juveniles, sin que nadie parezca darse cuenta de que estos menores están mostrando síntomas de una patología clínica que nadie ha diagnosticado y que requiere de un determinado tratamiento que nadie está ofreciendo», asegura el informe.
En este sentido, José Chamizo afirma que es desde el sistema sanitario desde donde se debe abordar el problema, sin olvidar la estrecha colaboración con el sistema educativo, capaz de detectar los casos, y con el sistema social, haciendo extensible a estos menores los programas específicos que existen para el tratamiento de los trastornos de conducta y a los que en estos momentos sólo tienen acceso los menores tutelados por la Junta de Andalucía. Condicionamientos genéticos, sentimiento de no ser querido, presión del grupo de amigos, pequeños consumos de droga, una educación en la que no han existido límites o el sentimiento de soledad son algunas de las diferentes variables que pueden desarrollar un trastorno sobre el que ni siquiera la comunidad científica se pone de acuerdo.
Por su parte, el pediatra de Atención Primaria Alberto Bercedo ha señalado en el mismo seminario que la publicidad en los medios audiovisuales contribuye a que "las conductas de riesgo en los adolescentes aparezcan antes que hace una década". Bercedo, coautor de un estudio sobre los efectos de la televisión en el desarrollo infantil, pidió la creación de consejos audiovisuales que controlen la programación y la publicidad televisivas, que se cumpla la abundante legislación existente, que se impulse la figura del Defensor del Menor en Cantabria prevista en la Ley de Infancia y Adolescencia de 1999, y el desarrollo de políticas en las que la televisión se convierta en un aliado más de la educación para la salud.
Se trata de un trastorno que afecta a un importante número de niños y adolescentes, según diferentes estudios, entre el 4% y el 12% en población general y en torno al 30-50% en población clínica. Así mismo, estamos ante un conjunto de conductas que producen un gran deterioro en la vida individual y social de estos chicos, que tienden a ser estables tanto a corto como a más largo plazo y resistentes al cambio incluso cuando se planifican tratamientos. Su pronóstico suele ser bastante negativo, prediciendo con frecuencia conductas posteriores de alcoholismo, conductas delictivas y trastornos psiquiátricos de muy difícil abordaje terapéutico.
Teniendo en cuenta la importancia de este problema en la vida presente del sujeto y su implicación en el futuro, nos planteamos, en el ámbito de una investigación más amplia sobre Trastornos de la Conducta y de la Personalidad, evaluar a un grupo de población escolar con el fin de detectar estas conductas y variables de riesgo y así poder planificar con antelación actividades de tipo preventivo en el entorno escolar.

La investigación se realizó en dos etapas: una primera de screening, sobre 240 casos de 6 a 15 años, en la que mediante un Cuestionario Autoaplicado de Trastornos de Conducta y Personalidad, elaborado a propósito de la investigación, se detectaban los casos con sospecha de trastorno y una segunda de evaluación con instrumentos estandarizados y mediante entrevistas, sobre los 32 casos discriminados en la primera etapa, con el fin de llegar a un diagnóstico más preciso. En la presente comunicación, aporto un avance de resultados, referidos específicamente a los trastornos por conducta antisocial. Los resultados obtenidos en la primera etapa indican que hay 14 sujetos que presentan conductas antisociales. Estos casos, referidos al grupo total inicial de 240 sujetos, suponen una incidencia del 5.83%. En relación al grupo de población clínica, es decir, a los 32 casos que inicialmente aparecen con algún tipo de trastorno de conducta o de personalidad en la investigación global, suponen una incidencia del 43.75%. Estos resultados, congruentes con los aportados por otras investigaciones.

Estrategias de disciplina en el salón
Hoy en día oímos muchas situaciones que surgen en el salón de clases. Los maestros son las personas que más tiempo pasan con los estudiantes. Definitivamente que no es tarea fácil en estos tiempo ser maestro. A continuación algunas estrategias para promover la disciplina en el salón:
1. Ser amigable, pero firme.
2 .Establecer normas claras.
3. Mantener la clase motivada.
4. Utilizar las técnicas de modificación de conducta.
5. Tener charlas privadas con los padres.
6. Ignorar la conducta negativa y establecer refuerzo de inmediato.
7. Averiguar las razones por las cuales el niño puede ser inquieto.
8. Utilizar el castigo como último recurso.

Hablamos de agresividad cuando provocamos daño a una persona u objeto. La agresión tiene un papel importante en la interacción de todo ser humano. En el caso de los niños la agresividad se presenta generalmente en forma directa ya sea en forma de acto violento físicos (patadas, empujones...) como verbal (insultos, palabrotas...); los arrebatos son un rasgo normal en la infancia pero algunos niños persisten en su conducta agresiva y en su capacidad para dominar el mal genio. Este tipo de niños hace que sus padres y maestros sufran siendo frecuentemente niños frustrados que viven el rechazo de sus compañeros no pudiendo evitar su conducta.
Factores que influyen en la conducta de los niños
Existen diferentes factores que afectan el comportamiento de los niños. Algunos tienen que ver con las características individuales de cada niño, su personalidad. Otro factor es el ambiente, tanto del hogar como de la escuela. Tampoco podemos pasar por alto el factor maestro y la clase. La manera en que el maestro maneje el aula, su compromiso con los estudiantes y su filosofía educativa pueden darle un giro a los problemas a los que se enfrenta a diario en el aula. Estos son algunos factores, existen muchos más. Lo importante es aceptar que la disciplina en clase es responsabilidad del maestro y debemos manejarla de la manera más adecuada.
La etapa escolar es una de las más importantes de la vida. Está ligada al crecimiento y al desarrollo del ser humano, por ello es fundamental que nuestros niños la transiten con alegría y salud. Sin embargo, los problemas de aprendizaje son frecuentes en el aula y, generalmente, están vinculados a trastornos de conducta. Estas dificultades que no responden a una sola causa, pueden ser abordadas desde distintos tratamientos, que permitan hacer de la etapa escolar un período placentero.
Las razones por las que un niño no aprende son múltiples: familiares, sociales, educativas, neurológicas o psicológicas. Dependen de cada niño, de su historia personal y de la relación que se establezca con la escuela y el proceso de aprendizaje.
Los problemas de conducta inciden en el bajo rendimiento escolar y , al mismo tiempo, las dificultades en el proceso de aprendizaje pueden provocar alteraciones en la conducta.
Entre los problemas más comunes se encuentran los trastornos de visión, que muchas veces pasan inadvertidos, pero que al no permitir que los chicos vean correctamente, los dispersan en clase. También son frecuentes las dificultades motoras a los problemas en relación con el espacio.
Los factores madurativos inciden en las posibilidades de acceso a la lectoescritura y el cálculo: hay niños que no logran hacerlo al mismo tiempo que sus compañeros. Pero aunque a veces la dificultad es seria, también es cierto que cada niño tiene su ritmo y ese debe ser respetado en la medida en que se compruebe su avance en el proceso de aprendizaje. Se trata siempre de lograr que el niño aprenda con felicidad y motivación.
Con respecto al lenguaje, hay niños que tienen dificultades en la pronunciación, articulación adecuada de los fonemas y grafemas, problemas éstos que con adecuado tratamiento con una Terapeuta de lenguaje se pueden solventar exitosamente. Pero también existen otros trastornos más graves, como la imposibilidad de darle nombre a los objetos conocidos, a los que debe prestarse especial atención.
Otro aspecto importante de considerar son los patrones de aprendizajes de cada persona y que dependen de su historia familiar, personal y ambiental. El modo de aprender, la relación con el medio en el que se aprende, la mayor o menor rigidez en la apropiación del conocimiento y en la actividad de juego (lúdica) se construyen desde el momento del nacimiento.
Los niños con carencia de estimulación y poco contacto con el material de lectoescritura actúan de un modo diferente en la escuela y suelen requerir de mayor apoyo.
Un niño que sufre por una situación familiar en la que reina la preocupación también es víctima de una dificultad en el aprendizaje.
Es por ello importante estar alerta a indicios específicos tales como:
· Distracción en clase.
· Falta de interés.
· Excesiva movilidad.
· Trastornos de conducta.
· Aislamiento.
· Dificultades en la relación con compañeros y docentes.
El niño con problemas de conducta antisocial, agresiva, oposicionista, aparece con alguna frecuencia en las familias y en las aulas. A veces no presenta un trastorno profundo, sino más bien "reaccional", debido a una inadaptación al ambiente o a su escolaridad.
En otras ocasiones puede ser un trastorno más serio, y casi siempre en estos casos sucede porque detrás del niño hay una situación familiar conflictiva: padres exigentes con o sin maltrato a los hijos, conflictos entre los propios padres o su separación, alcoholismo paternos, conducta antisocial del padre/madre biológico, faltas de normas en la vida familiar, la frecuente asistencia durante la infancia a películas y programas violentos, etc. En uno u otro caso, el niño suele ignorar los derechos de los demás o viola las normas propias de su edad. Estamos ante este problema cuando el chico, durante varios meses, presenta un paquete de varias señales referidas a ese trastorno. Señales como:
* Absentismo escolar o escapadas de casa.
* Consumo de alcohol antes de los 13 años.
* Robos o destrucción deliberada de la propiedad ajena.
* Deterioro en los edificios, coches o instalaciones variadas.
* Provocación de peleas y crueldad con personas o animales.
* Empleo de armas con finalidad agresiva.
* Forzar sexualmente a alguien.
* Desobediencia provocativa a la autoridad.
A menudo el trastorno de conducta antisocial aparece unido al trastorno de hiperactividad, y también suele ir acompañado de un rendimiento escolar deficiente.
Muchos de estos problemas de conducta pueden tener solución durante la infancia y adolescencia. Su resistencia anunciaría, por el contrario, problemas futuros en la madurez, como conductas delictivas, personalidad antisocial, alcoholismo y débil adaptación al trabajo o a la pareja.
Los profesores ayudan al “niño difícil”
1.- Haciéndole participar en juegos y concursos de clase, prestando especial atención a que se respeten las reglas.
2.- Hacerle participar en actividades prosociales: asistencia a dar comidas en una Residencia de Ancianos (una vez por semana); entretener con juegos a niños hospitalizados con algún tipo de discapacidad; participar en la limpieza de un jardín o bosque; tener un encargo en el aula con el que preste un servicio destacado a sus compañeros, etc.
3.- Invitarle a ver películas que presenten personajes con algún liderazgo social: películas de tipo de "A propósito de Henry", para ver la actuación del fisioterapeuta.
4.- Reforzar positivamente siempre que se presente una conducta adecuada. Evitar reforzar las conductas antisociales con una mayor atención educativa. Buscar la extinción de las mismas.
5.- Negociar acuerdos a las conductas antisociales del alumno. Castigar en los momentos en los que el comportamiento fue peligroso. Aclararle que se castiga el suceso.
6.- Invitarle como observador a las reuniones del tutor con los miembros del Consejo de la Clase, una vez el trimestre o períodos inferiores si fuese necesario.
7.- Acrecentar el diálogo continuo con la familia del alumno para seguir líneas paralelas de actuación.
8.- Prepararle un plan de animación a la lectura para que mejore su capacidad lectora y se aficione a leer textos y narraciones que conllevan un estímulo a la colaboración prosocial y solidaridad.
9.- Ejercicios de relajación que facilitan el reposo mental.
10-. Descubrirle mediante la propia vida ordinaria de la clase la satisfacción de la cooperación en un pequeño proyecto.
11.- Incluirle en un programa de actividad deportiva. El deporte canaliza la agresividad y afirma su personalidad.
12.- Hacerle participar en discusiones o debates de clase en los que hay que exponer las ideas muy lentamente.
Siempre ha existido acoso moral en la escuela. No obstante, en los últimos años se ha producido una rápida y gran difusión del término acoso moral en la escuela o bullying en diferentes medios de comunicación y publicaciones. Este hecho, unido a la creciente conflictividad judicial generada por las situaciones que lo definen y a la gran alarma social que se produce cuando menores se lesionan o suicidan ante la presión a la que se ven sometidos, evidencia la necesidad y la urgencia de afrontar las diferentes modalidades o formas en que se concreta el acoso moral, si bien la delimitación del concepto no es tarea sencilla. Diferentes estudios en países europeos hablan de cifras tales como que un 15% del alumnado total de las escuelas de Educación Primaria y Secundaria de Noruega durante el curso 1983 - 1984 estaban implicados en problemas de agresión al menos "de vez en cuando", como agresores (7%) o como víctimas (8%) y un 5% involucrados en el maltrato más grave, cuya frecuencia era de al menos "una vez por semana" (Olweus, 1998). Los estudios de Whitney y Smith (1993) en Inglaterra a finales de la década de los ochenta referidos a niños de Enseñanza Secundaria reflejan que un 10% manifestaban haber sido agredidos "alguna vez" y el 4% "una vez a la semana", mientras que el 6% habían agredido "alguna vez" y el 1% agredían "una vez a la semana" a otros estudiantes. Casi un 6% de los alumnos españoles han vivido en sus propias carnes el fenómeno conocido como "Bullying": que convierte a algunos escolares en víctimas de sus propios compañeros.
Conductas de riesgo
Por su parte, el pediatra de Atención Primaria Alberto Bercedo ha señalado en el mismo seminario que la publicidad en los medios audiovisuales contribuye a que "las conductas de riesgo en los adolescentes aparezcan antes que hace una década". Bercedo, coautor de un estudio sobre los efectos de la televisión en el desarrollo infantil, pidió la creación de consejos audiovisuales que controlen la programación y la publicidad televisivas, que se cumpla la abundante legislación existente, que se impulse la figura del Defensor del Menor en Cantabria prevista en la Ley de Infancia y Adolescencia de 1999, y el desarrollo de políticas en las que la televisión se convierta en un aliado más de la educación para la salud.
Son varios los tratamientos en los que existen pruebas empíricas acerca de su eficacia y que se revelan como prometedores para el tratamiento de los menores con problemas de conducta. La terapia de conducta es muy efectiva (su efectividad aumenta aún más si se combina con el adiestramiento de los padres) para el tratamiento de conductas específicas. Tales terapias deben ser aplicadas en el marco de centros especialmente dedicados al acogimiento, tratamiento y reinserción de los niños con tales alteraciones. En el negativismo desafiante las terapias cognitivas son un camino prometedor. Por ahora los datos disponibles demuestran que sus efectos sobre la conducta agresiva o los cambios conductuales sobre la vida diaria, son mejores que los que producen las terapias anteriormente citadas. Farmacológicamente no se dispone de un tratamiento específico para el trastorno de conducta y/o para la conducta agresiva. La unión de técnicas de modificación de conducta y determinados fármacos (haloperidol/carbonato de litio, e incluso anfetaminas) ha producido modificaciones interesantes en conductas agresivas.

Causas particulares->anexo
5 de marzo del 2008
La conducta agresiva de un niño de 5 años.
Los padres de los 24 escolares de una clase de infantil de un colegio público de Torrent han denunciado que un niño, que con tan solo 5 años, amenaza, agrede e insulta a diario a la tutora y a sus compañeros. Pese a que la dirección del centro ha decidido que un segundo profesor esté en el aula, las agresiones han continuado. Mañana protestarán ante el centro y los niños no acudirán a clase.
"Mañana cuando venga a clase te voy a dar una paliza que te voy a matar". Ya comienza a ser habitual que un alumno amenace a un compañero de clase con este comentario, pero en este caso proviene de un niño de tan sólo 5 años, que insulta y agrede a diario a su maestra y a los menores que cursan estudios de educación infantil en un colegio público de Torrent.
Según un escrito presentado por los padres de los 24 niños que están en su clase, el menor llama "hija de puta" y "cabrona" a su tutora y ha causado lesiones con sangre y en dos ocasiones han necesitado de asistencia sanitaria". Además, agrede con "puñetazos, bofetones y patadas" a sus compañeros, que tienen mucho miedo y que se "inventan excusas, como simular una enfermedad, para no asistir a clase".
A pesar que la dirección del centro y la inspección de educación ya han actuado y han contratado un segundo profesor de apoyo en el aula, "no se ha obtenido ningún resultado positivo", lamentan los padres en el escrito. Por tanto, mañana protestarán ante el centro y los niños no acudirán a clase para exigir medidas más drásticas, como "expulsar al niño del colegio".
Justifican la nula efectividad de la medida porque el día 15 de febrero, dos días después de reforzar el control sobre el menor, "agredió a varios niños, y a una de sus compañeras le dio un puñetazo en la cara, por el que tuvo que ser atendida en un centro sanitario". El mismo día el niño tenía ganas de orinar, siempre según la versión de los padres de sus compañeros, "y lo hizo sobre el tobogán del patio, sin hacer caso a las profesoras de guardia".
Los padres temen por la seguridad de sus hijos, ya que, a pesar de que en el aula se han prohibido los objetos punzantes, "un simple lápiz puede ser utilizado por el niño como arma". Además, dicen que el menor "no para de patalear, gritar y sale y entra del aula cuando quiere, con lo que las clases no se pueden impartir con normalidad".
El equipo directivo del centro, además de reforzar el aula con un segundo profesor, ha derivado al niño al gabinete psicotécnico del colegio y a la educadora social de los servicios sociales del Ayuntamiento de Torrent. Fuentes del Consistorio explicaron que el niño proviene de una familia desestructurada.
La madre de uno de los niños que asisten a clase con el menor explica que ya están hartos, porque su hija "ya ve habitual la violencia, cree que forma parte de la asistencia a la escuela". Además, dicen que el niño ya ha estado en otros dos centros antes de recaer, el pasado mes de octubre, en el colegio público de Torrent.
El caso, tan habitual ya en las aulas, llama la atención por la temprana edad del agresor, que además ya atesora un pequeño historial de conflictos con sus compañeros. La hiperactividad parece ser uno de los rasgos de su carácter, que hacen todavía más complicada la convivencia con otros niños.
Conclusión
Haciendo esta comunicación he aprendido mucho, y creo que la comunidad educativa debería de estar más atenta a este tema, porque la educación de los niños es el futuro, tiene que ser un tema influyente tanto para profesores como para padres, y estos últimos tendrían que estar más atentos a las conductas que tienen sus hijos tanto dentro como fuera de casa y en la escuela.
Haciendo referencia al tema de la agresividad tengo que decir que hay muchas formas de agredir tanto física, verbal y psicológicamente y en todos estos casos no se tiene en cuenta la situación que puede padecer el niño tanto en el ámbito familiar, afectivo y social.
Pienso también que el gobierno debería de ayudar a todas esas familias que puedan tener niños o adolescentes con conductas agresivas tanto dentro como fuera del aula, y poner medidas, con tratamientos psicológicos u otros tipos de tratamientos después de haber detectado el problema.

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